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Practicar para el dharma

Éric Rommeluère


Cuando Zhangzhuo, un discípulo del maestro zen Shishuang Qingzhu (807-888), realizó el despertar, compuso este poema :


La clara luz ilumina silenciosamente el infinito del mundo.
Todos los seres sensibles, el vulgar lo mismo que el sabio, son mi familia.
Cuando ningún pensamiento aparece, la realidad se manifiesta por completo.
Tan pronto como los seis órganos de los sentidos se mueven, se cubren de nubes.
Si se cortan las pasiones, la enfermedad se agrava aún más .
Buscar lo absoluto es igualmente erróneo.
Al ajustarse con las circunstancias del mundo, no hay ningún obstáculo.
El nirvâna y el samsâra no son más que florecimientos en el espacio.
(Citado y comentado por Dôgen en su Shôbôgenzô Kûge)

El dharma no puede ser atrapado nunca por ninguna consideración. Ejercitaros mas bien en la indigencia. Ir directamente a lo último. Si vuestra sentada es vasta y ancha, desde vuestras concepciones hasta vuestra comprensión de la meditación se convertirán en florecimientos en el espacio.

En la tradición zen decimos : no practiquéis para vosotros mismos, no practiquéis para los otros, practicad para el dharma.

No practiquéis para vosotros mismos. Ejercitándose en la meditación podéis aspirar a la paz interior. Pero esta aspiración no es todavía mas que una manera de mantener noblemente el amor de si. A lo sumo realizaréis una paz que se adecuará con vuestras expectativas. Si no la conseguís no estaréis satisfechos, si la conseguís, lo estaréis. Se pierda o se gane, es conveniente incluso renunciar a una paz como esa. El despertar nace cuando se rompe completamente con las expectativas personales.

No practiquéis para los otros. Si no se practica para si mismo nos imaginamos que es necesario, inversamente, practicar para los otros. Pero una práctica para los otros permuta simplemente las referencias, no se trata necesariamente de un salto radical en la desnudez. El despertar nace cuando se abandonan completamente las propias representaciones.

Y sin embargo debéis "practicar para". Esta "práctica para" significa que el despertar no tiene nada de un estado en el cual nos inmovilizamos. "Practicar para" designa este proceso continuo de permanecer, instante tras instante, en la apertura pura y desnuda. Lo experimentamos en el centro mismo de la meditación. Es este mantenerse lo que llamamos practicar para el dharma. Sin este "para" nuestra práctica no será más que una congelación del espíritu.

Practicad para el dharma. Sentaros derechos, cesad todo juicio y permanecer simplemente en la apertura incondicional. Sentados, apaciguados los sentidos, la mente sin pensamientos, podríais creer que meditáis en lo incondicional. Se trata sin duda de un estado meditativo de tranquilidad, pero aun no es la revelación de la clara luz que ilumina silenciosamente el mundo. El apaciguamiento de los sentidos, el reposo de la mente, la ausencia de pensamientos y reflexiones, no es la apertura sino su condición. Sabed distinguir pues la trasparente lucidez de la simple tranquilidad. Incluso a veces esta quietud no es mas que un estado de dulce sopor en el que algunos pensamientos surgen, desapareciendo después como en un sueño evanescente. Preguntaros: ¿Es esto mi espíritu ordinario simplemente, que está en reposo, o es verdaderamente la clara luz que me es revelada?

Cuando los pensamientos, las sensaciones, las percepciones surgen, no me las apropio bajo la forma de mis pensamientos, mis sensaciones, mis percepciones. No las miro tampoco como pensamientos, percepciones, sensaciones impersonales que se agitarían en mí o ante de mí. No me identifico con mis pensamientos y sin embargo no estoy nunca separado de ellos.

No se trata tampoco de concentrarse sobre un objeto ni de fijar el espíritu. Tampoco es observar surgir o desaparecer los pensamientos, ni contemplar el juego de lo mental. Sentados aquí, no estamos concentrados sobre nada, no observamos nada. Permanecer en la aperura no tiene que ver con una técnica ni con un ejercicio. Saltad por encima de vuestras esperanzas. Entonces los pensamientos, las percepciones, las sensaciones, serán en si mismas como joyas trasparentes y tornasoladas en el corazón de la no dualidad. Repentinamente todo estará perfectamente unificado, sin hacer ya más distinciones entre el cuerpo y el espíritu, el interior y el exterior, un sujeto que percibe y un objeto que es percibido.

Alcanzar este punto siempre os parece imposible. Sin embargo no ha habido nunca el menor obstáculo. No hay mas que vosotros mismos que, de instante en instante, os retenéis de practicar para el dharma. De una forma u otra negociáis, incluso mínimamente, con esta sentada. Queréis, aunque sea un poco, sacar provecho de ella, o por lo menos comprenderla, agarrarla, cercarla. No es una técnica lo que os hace falta sino un cambio radical de actitud. Permitiros practicar para el dharma y despertaréis inmediatamente. Basta con un corazón amoroso y confiado.


© Éric Rommeluère, 2008. Traducción : Roberto Poveda Anadón.