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La ordenación

Una charla de Éric Rommeluère

La experiencia del budismo es un impulso interior. En el Zen la ordenación o la recepción de los preceptos (jap. jukai) materializa este impulso y le da un nuevo empuje. Recibiendo estos preceptos también se convierte uno formalmente en un budista, inscrito en la familia de los budas y de los bodhisattvas. Se recibe en esa ocasión un nombre nuevo y un certificado. Incluso si se declinan bajo la forma de reglas estos preceptos no son mandatos morales. Este compromiso testimonia fundamentalmente la voluntad de vivir la vida con impulso, ternura y frescor. Son finalmente la expresión de nuestra visión despertada.

ordination - Groupe de ParisEn la mayor parte de las escuelas budistas los preceptos canalizan los impulsos y orientan los comportamientos. Se trata de prohibiciones: cinco u ocho para los laicos, diez para los novicios, doscientas cincuenta para los monjes, todavía algunas más para las monjas. A medida que uno se aproxima al estado de monje la disciplina se hace más presente. En la escuela Zen no adoptamos ninguna de estas reglas sino simplemente los votos del Gran Vehículo, que consideramos perfectos y completos por si mismos. Nada falta, no hay nada que suprimir. Se trata de los preceptos del bodhisattva (jap. bosatsukai) que todavía se llaman los grandes preceptos (jap. daikai). Bajo su forma desarrollada estos preceptos no son otros que las 84.000 acciones maravillosas del bodhisattva. Bajo su forma condensada no constituyen mas que el único precepto del despertar.

La disciplina está lejos de ser inútil, pero por si sola no sabría construir una ética. El Gran Vehículo comprende la cuestión del acto justo de una manera completamente distinta a la del budismo antiguo. Con grandeza, generosidad e intrepidez. En Japón hubo grandes debates para saber si la disciplina del Pequeño Vehículo (las prohibiciones del laico, del novicio y del monje) era o no compatible con la visión del Gran Vehículo. El mismo Dôgen zanjó a favor de la incompatibilidad, añadiendo que no se puede juzgar “sobre la conducta de los bodhisattvas del Gran Vehículo según las normas del Pequeño Vehículo” (Shôbôgenzô sanjûshichihon bodai bumpô, “Las treinta y siete señales del despertar”).

Se presentan habitualmente los preceptos del bodhisattva bajo la forma de tres grupos de preceptos puros (jap. sanjû shôjôkai) :

- Los preceptos formados por prohibiciones
- Los preceptos formados por buenas prácticas
- Los preceptos que abren al bien de todos los seres

No se trata de preceptos definidos o de listas cerradas sino de grupos de actos que se clasifican en tres apartados; la abstención, la virtud y la compasión.

Hay actos que no podemos ni queremos realizar. No matar es, evidentemente, el primero y el más esencial de estos rechazos. Pero no se trata simplemente de actos físicos, pueden igualmente ser vocales o mentales, puesto que el budismo reconoce que el acto puede comprometer, separada o simultáneamente, al cuerpo, la boca y la mente. Abstenerse no se limita al mal que podría hacerse al otro, sirve igualmente para el mal que se podría cometer hacia si mismo. Incluso no se trata forzosamente de una acción directamente perniciosa. La lista de los diez actos de bien (jap. jûzengyôdô) entra en esta categoría:

- No quitar la vida
- No robar
- No tener mala conducta sexual
- No hacer declaraciones mentirosas
- No tener intenciones engañosas
- No tener própositos malintencionados
- No tener doble lenguaje
- No codiciar
- No entrar en cólera
- No confundirse

Pero decir no, no es suficiente, hace falta un compromiso positivo, ejercitarse en buenas prácticas. Se trata aquí de la moralidad en un sentido amplio; todas las prácticas del cuerpo, de la boca y de la mente que están orientadas hacia un bien, sea la amistad, la sinceridad o incluso la meditación. Todas estas acciones no son distintas a los preceptos constituidos por buenas prácticas.

Finalmente son, más directamente, todas las acciones beneficiosas hacia los demás, inspiradas por el amor y la compasión y que forman el tercer grupo de estos preceptos.

Un antiguo comentario dice que cada una de las acciones del bodhisattva, condensa por si misma estos tres aspectos. Incluso los gestos más anodinos deberían testimoniar el rechazo a comprometerse en acciones malintencionadas o perjudiciales, ir en dirección al bien y ser provechosas a los demás.

Por último, tomar estos preceptos no representa mas que un compromiso de uno frente a sí mismo. Los guardáis y nadie vendrá a felicitaros. Los trasgredís y nadie vendrá a reprenderos. Es exactamente una forma de proponerse a si mismo un camino espiritual. Hacer de la vida un camino ético. Sin embargo, a esta dimensión personal e interior está asociada una dimensión exterior colectiva; entramos en el budismo. Esta tradición de la toma de los preceptos ha permanecido ininterrumpida desde la época de Buda. Con variaciones, por supuesto. Pero cada persona que recibe los preceptos los recibe de una persona que los ha recibido de forma parecida, y así continuadamente hasta remontar al Buda Sâkyamuni. Recibirlos es directamente recibirlos del Buda mismo. Decimos tradicionalmente que el/la ordenado(a) se convierte en un hijo o hija de Buda.

ordination - groupe de ParisEsta dimensión colectiva se actualiza concretamente en el ritual, puesto que la ceremonia necesita generalmente la presencia de tres maestros de ordenación, el preceptor (jap. kaishi) que confiere los preceptos, un instructor (jap. kyôju ajari) que explica el sentido y un organizador (jap. komma ajari) que asegura el buen desarrollo del ritual. Este número de tres es simbólico, representa el número mínimo de personas necesarias para formas una sangha. Según las épocas, o las escuelas, el lugar de unos y otros puede ser más o menos importante. En los procedimientos de Dôgen, por ejemplo, el papel del instructor es fundamental. La ceremonia está dividida en dos grandes partes : en la primera el ordenado recibe del instructor, a solas y en un lugar separado, instrucciones secretas sobre los preceptos. Después, en un segundo tiempo, el instructor acompaña al ordenado a otra pieza, donde recibe entonces los preceptos del preceptor. Por contra la función del organizador es casi inexistente en el ritual de Dôgen. El papel es asignado al asistente encargado del incienso, que no es, de hecho, mas que un testigo. Este ritual, bastante complejo, no es utilizado ya de esa forma en la escuela Sôtô actual.

En la tradición Zen, el preceptor, el instructor y el organizador representan al Buda Sâkyamuni acompañado de los bodhisattvas Maitreya (jap. Miroku bosatsu) y Mañjusrî (jap. Monju bosatsu). Significa simbólicamente toda la comunidad de budas y bodhisattvas que acogen a un nuevo bodhisattva.


© Éric Rommeluère, 2003. Traducción : Roberto Poveda Anadón. Reproducción prohibida.


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